Creación local y mecanismos de difusión (Alberto Serrano, 2002)
La conferencia de Alberto Serrano titulada Creación local y mecanismos de difusión (23 de mayo de 2002) formó parte de la Jornada Temática Seminario La estética del siglo XXI. Presente y futuro de la creación artística de la edición AlNorte 2002.
Editor de arte, galerista y gestor cultural, ha impulsado el arte emergente en distintas comunidades españolas. Desde 2001 dirige los Encuentros Europeos de Arte Joven.
Conferencia
Arte joven. Creación local y mecanismos de difusión, Alberto Serrano
Creación local
Las tecnologías electrónicas e Internet están cambiando nuestra geografía cultural, artística y filosófica, es decir, nuestra forma de ver el mundo, lo que llamamos realidad: nosotros mismos y nuestras relaciones.
Hace apenas tres décadas, algunos ”visionarios” ya pronosticaban que las nuevas tecnologías transformarían nuestro mundo en una “aldea global”, conectada de forma instantánea con los lugares más alejados, tanto geográficamente como culturalmente, gracias a sus sistemas multimedia. Como ya sucediera con la invención de la imprenta que llevó a la dominación de la visión, la liberalidad, la perspectiva, la abstracción y el individualismo del hombre moderno. Ahora, en la nueva “era electrónica” tenemos que esperar un cambio de proporciones similares porque los media, extensiones del hombre, son también el mensaje capaz de transformar las formas humanas de percepción, interrelación y subjetividad, que funcionan como psicotecnologías que organizan la percepción y el conocimiento de las sociedades -sobre todo occidentales- arrastrando en su irrefrenable evolución a todas las demás. Aunque su avance provoque una radicalización de los valores fundamentales más subjetivos, también, y como consecuencia, en el arte está provocando una indeseada uniformidad icónica y conceptual, empobreciendo los siempre deseados rasgos tribales o personales, tanto en la obra como en el soporte.
Los nuevos artistas-media cualificados, profundamente comunicadores y conocedores del medio y “liberados” en su necesidad de desplazamiento geográfico para “recargar” sus reservas cognitivas, así como para estar comunicados e intercambiar experiencias con otros individuos de similares inquietudes plásticas o conceptuales no necesitan, obligatoriamente, de una ubicuidad física o vital determinada, como sucedía en décadas anteriores, pudiendo desde la tranquilidad e intimidad de su estudio local, bien sea en una zona rural, el desierto o en la gran ciudad, desarrollar sus postulados con una mínima carga de necesidad estructural.
Como hemos podido apreciar, en la experiencia de los Primeros Encuentros Europeos con el Arte Joven, celebrados el pasado año en Teruel, planteados desde la absoluta libertad conceptual al carecer de filtros en forma de comités de selección para la designación de comisarios o de los artistas participantes sirvió, a pesar de la globalización subyacente, para demostrar –o, al menos, sugerir- el buen estado de salud de la creación nacional y de la parte europea más joven. Las diferencias conceptuales y por tanto de propuestas plásticas presentadas por los artistas locales nativos o que trabajan en las diferentes comunidades alejadas –casi todas- de los centros de “decisión-creación” capitalinos, con edades entre los 22 a los 38 años, a pesar de no ser sustancialmente diferentes en sus formas de expresión y planteamientos fácticos, permiten percibir algunas sutiles y esperanzadoras particularidades “regionales”.
Mecanismos de difusión
En este apartado amplio y contradictorio, de difícil asimilación según sean los sectores implicados o cuestionados por la tradicional segmentación de intereses, se hace prácticamente imposible una homogénea síntesis de asimilación de las responsabilidades. Sabemos de la imposibilidad de aproximación en los planteamientos iniciales, por tratarse de una de las actividades sociales más disociadas, tradicionalmente, de la realidad “práctica” o “necesaria”. En un tiempo de globalización y escasez de principios éticos en donde todo vale o al menos se acepta como una consecuencia de la masificación conceptual de los valores espirituales y estéticos existen intereses políticos, filosóficos, sociales, comerciales y personales enfrentados, a pesar de que a partir de los años setenta el arte contemporáneo ha dejado de ser considerado, al menos en este país, una extravagancia, una locura de unos pocos, para convertirse por el contrario, en un apreciado bien de consumo cultural, económico y político, ocupando un lugar cada vez más importante en una sociedad crecientemente presionada por los medios de comunicación de masas, que han convertido el hecho artístico y cultural en una forma más de consumo social en vez de un bien social.
En estos años hemos vivido lo que ya se ha llamado “el furor museístico”, una espectacular actividad en el campo de la creación de nuevos centros dedicados al arte contemporáneo, y una proyección social sin precedentes de todas sus actividades públicas. La mayoría de estos centros carecen de mecanismos regulares de adquisición de obra, limitándose a la exhibición más o menos periódica de nuevas propuestas. Y, exceptuando algún que otro y escaso ejemplo, su gestión es poco ambiciosa, poco autónoma y demasiado local, arrastrando un excesivo clientelismo que la convierten, en muchos casos, en una tediosa y confusa oferta cultural.
En este sentido, la función institucional pública o privada en la “tutela” de la creación plástica no puede entenderse en sus formas actuales, ya que difícilmente pueden establecerse mecanismos sostenibles de incidencia social de la cultura en estructuras que cambian constantemente de dirección, imposibilitando la permanencia y asentamiento de un mercado de galerías de arte estable -que en definitiva es el que sostiene y provoca-, en un estado de permanente agonía -no exenta de sobresaltos-, el interés por la creación plástica más joven.
¿Será cierto que este “boom” museístico que está viviendo este país en los últimos años no es más que escaparate?, ¿será cierto que no somos capaces de reflexionar y posibilitar entre todos, unos mínimos y urgentes mecanismos sostenibles de gestión sostenible?, ¿será cierto que el interés político, en general, no tiene tanto que ver con un verdadero deseo de promocionar instituciones artísticas, sino más bien con un deseo de proyectar hacia los votantes una imagen “moderna” y “culta”?