Escribiendo, comisariando, gestionando (Juan Manuel Bonet, 2008)

La conferencia de Juan Manuel Bonet titulada Escribiendo, comisariando, gestionando (19 de diciembre de 2008) formó parte de la Jornada Temática Teoría de lo (in)visible. Arte y comunicación de la edición AlNorte 2008.

Tras una sólida trayectoria como crítico de arte que le llevó a dirigir el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), entre 1995 y 2000 y, desde entonces hasta 2004, fue director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS). Colaborador habitual de periódicos y de numerosos museos, es autor del Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936) y de un sinfín de catálogos, guías y análisis sobre arte y artistas. Como comisario, partiendo de aquellas dos emblemáticas exposiciones que revitalizaron la pintura de nuestro país, tituladas 1980 y Madrid D.F, no ha habido temporada en que no preparase extraordinarias antológicas. Como poeta, ha publicado La patria oscura (1983), Café des exilés (1990) y Praga (1994), así como el dietario La ronda de los días (1990) y seis libros de bibliofilia, dirigiendo también la revista de poesía y grabado Estación Central y la colección de libros del mismo título.

ENTREVISTA

– ¿Con la perspectiva que atesora Juan Manuel Bonet, mira con optimismo o pesimismo la situación museística española?

Optimismo, porque estamos mejor de lo que estábamos, porque hoy cualquier español, tiene cerca un museo, es decir, un espejo en el que mirarse, un instrumento para entender su pasado, conocer en directo el presente, y prever el futuro. Pesimismo, porque los nuevos museos se parecen demasiado entre sí, y porque los políticos siguen demasiado encima.

– Sigue habiendo críticas a esa proliferación museística, incluso, por parte de los principales protagonistas del arte contemporáneo español, artistas y especialistas implicados…

La proliferación museística, no es mala. Insisto en que debemos recordar de dónde venimos, de una época en que todo sucedía en Madrid o Barcelona, y en que el ejemplar Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, de Fernando Zóbel, era la excepción que confirmaba la regla. Cuando uno va a Suiza, a Francia, a Italia, a los Estados Unidos, a Alemania, es mucho mayor la proliferación. También insisto en que hay que hacer museos que no se parezcan tanto entre sí, como se parecen los de ahora, casi todos dedicados a exposiciones “de género” y “políticamente correctas”, sobre “grandes temas”, que quieren resolver en cinco minutos, los eternos problemas del mundo.

– ¿Cómo valora hoy su gestión al frente del IVAM y del MNCARS?

Guardo mejores recuerdos del IVAM. El tamaño del museo, y el tipo de equipo que tenía, eran ideales. Me enorgullece ver los precios que alcanzan en el mercado, algunos de mis catálogos de aquella época, como el del ultraísmo, el del objeto surrealista, el de la infancia y el arte moderno, el de Érik Satie. Por el lado de las individuales, fuimos el primer museo que aquí se atrevió con Alex Katz, con Helmut Federle, con Dis Berlin, con Charris. Respecto de mi etapa del Reina, tuve poco tiempo para desarrollar mi proyecto, pero tampoco tengo malos recuerdos. Me parece que incorporé a la colección obras realmente importantes, entre ellas de Alberto, Tarsila do Amaral, Barceló, Barradas, Dalí, Gaya, Juan Gris, Gursky y todos los demás grandes fotógrafos de su generación, Miró, Pelayo Ortega, Pérez Villalta, Rothko… Ingresó en bloque la colección Banesto de fotografía: un antes y un después. Aunque hubo quien hizo la caricatura de que yo sólo hacía exposiciones de escritores -las hice, y a mucha honra: la de Ramón Gómez de la Serna me parece que fue fundamental-, insistí en dos líneas que me parecen clave, por un lado españoles centrales como el citado Alberto, Caneja, Dalí, Gaudí, Gaya, Juan Gris, Oramas, Ponce de León o Solana, y por otra parte una contemporaneidad no unilateral. Lo que más me irrita, es que haya quien pretendiera que en mi etapa no se hacía contemporáneo. En este campo conté sucesivamente con dos colaboradores de primera, Enrique Juncosa y Kevin Power. Hicimos exposiciones me parece que memorables, de Francis Alÿs, Alÿs, Olafur Eliasson, Pepe Espaliú, el citado Gursky, Axel Hütte, Kuitca, Panamarenko, Ruscha, Pablo Siquier, Uslé… Pero no, había que hacer la caricatura: Bonet y sus escritores, sus papelitos.

– En el comisariado de exposiciones y en la realización de libros y textos para los catálogos, el trabajo es muy diferente…

Es lo mismo, con otros medios. Una exposición es un ensayo en imágenes.

– ¿Cómo han evolucionado sus ideas respecto al arte, desde aquellos años de activismo “pro-pictórico”, juvenil y entusiasta?

Han evolucionado, pero sigo creyendo -en contra de no pocos de mis coetáneos- en la fuerza de la pintura. Lo que sucede es que hoy esa fe, es compatible con un fuerte interés por la fotografía. Y desde luego la pintura, no la concibo sólo en los términos de 1980. A la devoción por esos figurativos y abstractos tan fascinantes de la generación de Alcolea y de Broto -soy comisario de una exposición al respecto que puede contemplarse actualmente en Oviedo, y que evoca el que a mi juicio es el tercer gran momento del arte español del siglo XX-, se han sumado luego otras devociones. Hoy entre los pintores que más me interesan están algunos solitarios, por ejemplo, el navarro Juan José Aquerreta o el canario Luis Palmero. Y por supuesto, sigo muy de cerca el trabajo de algunos asturianos, como Pelayo Ortega, Miguel Galano, o gente que viene pidiendo su sitio, como Lisardo o Javier Victorero.


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