MGF (Myrem González, 2010)
MGF, Myrem González
Ángel Antonio González
El proyecto MGF se plasmó en un peculiar montaje en el CMAE de Avilés, donde las asturiana Myrem González (Oviedo, 1979) presentó esta instalación gráfica expandida con luz negra y proyecciones, que desarrolló técnicamente con la colaboración de Tomás Alonso. Una obra envolvente y de gran sentido escenográfico, ocupando el espacio central de la sala. Una auténtica litografía en tres dimensiones que partía de una plantilla de papel estampado, única, seriada y redimensionada, dando forma a la pieza final compuesta por 40 fragmentos. La instalación, ambientada en penumbra, la forma en 4 piezas formadas por ensamblaje de estampas litográficas gofradas, suspendidas desde el techo donde, en palabras de Emanuel Giusto, “la luz artificial exalta los volúmenes”.
La obra de Myrem González alberga ciertas referencias del la historia del arte reciente que, más allá de nombres o de movimientos, mantiene la sutilidad y la delicadeza como herramientas esenciales. Decía Einstein que “todo hay que reducirlo a u próxima simplicidad pero no a más”. Así, en esta instalación arte y espacio entroncan con contenidos casi filosóficos, más allá de su combinación en el campo de la escultura o de su coqueteo con otras disciplinas. Lo esencial es la consonancia entre motivo y forma de una manera libre y consciente de que las percepciones de públicos con mundos intelectuales y entornos diferentes pueden resultar también dispares. Plasmar el espacio, “dialogar con el espacio”, es tan normal para esta artista como lo sería para un cirujano comprender una fractura.
La integración del espectador con las piezas provoca un efecto de levitación entre una proyección de haces de luz tenues que se fragmentan y modulan. “El audio llena sin distorsiones la instalación con el sonido metafórico del agua que fluye en el proceso de la creación litográfica; el ser humano se integra en la instalación como elemento efímero en el espacio de creación de luz artificial, a modo de ilusión óptica”, añade Giusto. “Luz como materia, representa el yo íntimo, lo emocional, la mirada intrínseca y da lugar a una pieza intimista en una continua dicotomía entre la evidencia de un espacio público y la vivencia de lo privado”.