Las caras de Eva (Ruth Rodríguez, 2003)
Las caras de Eva
Xandru Obaya
“[…] Y dijo la serpiente a la mujer: “No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal…”
Génesis III, 4-6.
Para nuestro encuentro, Eva ha elegido un bonito vestido verde que favorece el tono rosado de sus mejillas. Me recibe sonriente, divertida, ante mi presencia no parece sentir temor alguno y se dirige jugueteando hacia la estancia donde tendrá lugar nuestra cita. Reptando tras ella la acompaño hasta su dormitorio y me introduzco sigilosamente en su espacio más íntimo. Inconscientemente, Eva me ha permitido sembrar la semilla que germinará algún día a lo largo de su vida, ha abierto la puerta del pecado. La Eva que hoy se muestra ante mí es demasiado inocente para darse cuenta de las consecuencias de nuestro encuentro, pero eso no parece preocuparle, y a mí tampoco, yo solo quiero jugar con ella y descubrir cómo reaccionará hoy ante los tesoros que voy a ofrecerle. Cautelosamente voy situando mis tesoros ante ella, el contenido de mi enorme maleta ha despertado su curiosidad desde mi llegada, pero al observar el interior con sus enormes ojos parece estar aún más maravillada. Antes de que formule pregunta alguna, susurro el nombre de los brillantes, aromáticos y redondos manjares que hay bajo su atenta mirada, sin desvelar que se trata de la fruta prohibida del paraíso. Esta misma mañana he seleccionado personal y cuidadosamente varias clases, todas ellas jugosas y poderosas. Las hay rojas y sabrosas, verdes brillantes, amarillas y dulces, e incluso unas de aspecto no tan apetitoso, pero que desprenden un olor embriagador y sirven para hacer un exquisito elixir de dioses. Eva las mira con curiosidad y con cautela, las observa atreviéndose a tocarlas, olerlas, pero no así a comerlas, pues es demasiado joven para conocer el poder que le podrían brindar. Sin embargo, ha decidido reunir un grupo de manzanas rojas, la poderosa atracción de su color ha sucumbido en esta pequeña Eva, pero no aun a mi engaño. Todavía es demasiado pronto para encantar a Evita con el manjar que ha de desvelarle el poder de la elección, aún no está preparada para soportar el peso de la responsabilidad que el pecado conlleva, así que tendré que volver en más ocasiones para tentarla con mis exquisiteces. Por el momento, conservo en mi retina a la pequeña Eva sentada en su cama, sosteniendo en su regazo, divertida, un puñado de brillantes manzanas rojas. Esta es la imagen que podré mostrar al mundo. La estampa de la inocencia aún no corrompida por las mieles del pecado. Mi trabajo no ha terminado todavía, he agotado un día, pero aún me quedan otros seis para seguir tentando a otras Evas, o para descubrir a aquellas que ya han sucumbido al pecado. De todas y cada una de ellas me llevaré sus imágenes grabadas en mi retina para que puedan ser observadas siempre, reuniré un grupo variopinto de Evas para mostrar las diferencias que establecen la madurez y el poder. Hoy no ha sido un día fructífero para la serpiente, tendrá siete días para concluir su empresa. Sabe que habrá más Evas en su camino con las que no tendrá que jugar, algunas le amenazarán y otras simplemente charlarán con la serpiente ofreciéndole compartir el conocimiento del poder de aquellas que ya descubrieron el secreto que guarda celosamente en el interior de su maleta.
Ruth Rodríguez.
Desde la Prehistoria, gran parte de la producción artística nos ha mostrado a la mujer como un Ser mágico capaz de llevar dentro de sí el secreto de la vida, por lo que siempre ha sido venerada a la vez que temida por el hombre. Realmente no sabemos si los creadores de las primeras Venus fueron las manos de hombres o mujeres, pero, en todo caso, estas figuras son el primer eslabón de la cadena iconográfica femenina que llega hasta nuestros días.
La visión -más bien revisión- de la realidad actual del hecho femenino dentro de nuestra cultura cristiana a través del pecado original, sirve como pretexto a Ruth Rodríguez para indagar sobre la supuesta culpabilidad innata femenina, transmitida de generación en generación de “Padres” a “Hijos” desde que Adán, por necedad, lograse expulsar del paraíso a su esposa Lilith y de él, luego, naciera nuestra Eva, causante de la precipitación al vacío de toda la humanidad.
Aunque el tema del pecado original no es exclusivo de nuestra cultura judeo-cristiana, es aquí, en occidente, donde los códigos adquiridos culturalmente nos pueden dar la clave para la correcta interpretación de la exposición, aunque su sentido sea, lógicamente, universal. No tendría el mismo significado visto desde una óptica no bíblica; de esta manera, el espectador, hombre o mujer, es parte pasiva de la obra al formar parte del entramado social y religioso-cultural que nos rodea, y puede formar parte activamente en el plano intelectual, desde el momento en que es capaz de interpretar el lenguaje bíblico aplicado a la realidad presente.
Ruth entra en este juego no solamente como fotógrafa, sino que también se implica como mujer-víctima y como serpiente, que, a modo de demiurgo, nos abre una ventana al mundo mitológico actual en el que, como “suculentos manjares”, ofrece siete veces siete las manzanas del Pecado a la Eva de nuestros días, a la Eva que toda mujer lleva dentro.
En estas fotografías, la mujer, en su recogimiento, no pretende simplemente ser un elemento más de un bodegón, sino que está tratada psicológicamente en su entorno íntimo, mirándonos fijamente a los ojos desde distintas etapas de la vida y transmitiéndonos la carga simbólica del concepto individual y colectivo del eterno pecado bíblico femenino.
El proyecto artístico de Las caras de Eva consta de siete fotografías serigrafiadas de gran tamaño (135 x 200 cm) sobre lona, que representan a Eva en distintas etapas y situaciones de la vida de una mujer, enmascarada tras siete almas anónimas. La elección de lona como soporte fotográfico se debió a la imperiosa necesidad de utilizar un material resistente a las inclemencias del tiempo, ya que el lugar destinado para su exposición fue el patio abierto de la galería Espacio Líquido, circunstancia que la artista aprovechó para experimentar con distintos soportes plásticos.
Son fotografías realizadas en interiores que buscan, en la intimidad que ofrece la propia habitación, una complicidad sincera entre fotógrafa y fotografiada, con el fin de transmitirnos toda la carga simbólica que el sexo femenino lleva a sus espaldas. Pero, al fin y al cabo, Eva es sólo una abstracción, un encuentro de sensaciones, pensamientos y hechos, conjunto de realidades ordinarias y de anhelos extraordinarios, el encuentro y la plasmación de dos mundos, el de las ideas, atemporal, y el de la existencia real y diaria, captados y unidos a través de la fotografía.