Firmamentos (Alicia Jiménez, 2003)

Firmamentos, de Alicia Jiménez,  se presentó en AlNorte 2003. Espacio Astragal-Conceyu de la Mocedá (Gijón), 7 de noviembre de 2003-.

 

Firmamentos, de Alicia Jiménez

Avelino Sala

Hace tiempo que me rondan ideas raras por la cabeza. Salto de la más absurda de las extravagancias o ensoñaciones a cosas tan sencillas pero importantes como que, realmente, lo mejor de la vida es tener conciencia de que uno “la vive”.

Esta idea, que parece una gilipollez monumental, y probablemente lo sea, viene al caso porque la obra de Alicia Jiménez, que es amiga mía, me produce esa sensación. Quizás, porque estoy excesivamente sensibilizado, en estos tiempos donde la catástrofe y el accidente son, para muchos de nosotros, el eje de trabajos, proyectos y obras.

Mientras en el seno de nuestras sociedades la anestesia generalizada se afianza como uno de los síntomas más extendido, mientras las oleadas de tontería arrasan toda intentona de establecer una mirada que contenga, cuando menos, cierta inquietud, esto es, un pequeño resquicio de crítica que juzgue lo que ocurre a nuestro alrededor, y mientras el imperio de lo ñoño avanza sin resistencia, es interesante comprobar como ciertos artistas nos regalan, porque si, la capacidad de conmover, desde espacios poéticos y cercanos a la rebeldía.

Esa “actitud rebelde” que el artista suele mantener es una declaración de principios ante la relación con lo que nos rodea, nos atañe, nos incumbe o, simplemente, experimentamos.

Se sabe, sin duda, que el artista contemporáneo es una especie de “masoquista sufridor” que se ha colado en esta vorágine festiva del desmantelamiento de lo intelectualmente interesante. La contraofensiva artística (que la hay) se desliza hacia planteamientos que ya no comulgan con la provocación gratuita o lo pseudo-decorativo y comercial.

Alicia Jiménez (Gijón 1977) viene desarrollando un trabajo, pese a su juventud, que no sólo se reduce a producir obra. Escribe, colabora con diferentes medios como la revista Sublime, gestiona proyectos artísticos colectivos como C21 y, desde una actitud colectiva, participativa y sincera, aporta un granito de arena más que válido a la realidad asturiana.

Firmamentos es un proyecto puntual que, sin embargo, continúa en una línea de proceso iniciada con el trabajo Una habitación con vistas (2001), que ya mezclaba lo cotidiano e insignificante con el homenaje al ser anónimo. En esta nueva obra, Alicia también observa lo cotidiano, lo oculto, la atmósfera circundante, lo que no está en las imágenes sino en otro lugar.

Observa la vida vulgar y sencilla y la transforma en algo mágico, vivo, bueno. Esa es la esencia del proyecto, como en anteriores trabajos, hacer magia de la nada, e introducirnos en un espacio nuevo desde un talante esperanzador y vivo. Como la propia Alicia indica, “la memoria, el calor y la luz forman parte del universo ambiguo de lo cotidiano, caer de la trascendencia al suelo, ver que están a la misma altura, transmitir esa caída de un modo eléctrico. Trucos de percepción, límites entre realidad y ficción, entre lo real y su más optimista posibilidad en manos del espectador. Descubrir que el cielo estaba cerca no fue fácil, bastó con no poder ver las estrellas mirando hacia arriba y verlas mirando hacia delante. Lo difícil es mirar hacia delante teniendo tantos sitios donde mirar… El deseo y seguir soñando hacen el resto.”

Es evidente que para seguir soñando necesitamos ciertos mapas que guíen nuestros pasos, hasta ahora erráticos, por este mundo. Por eso, Alicia ha creado lo que me gustaría llamar como un Nuevo Manual de Astronomía, donde funde realidades de la ciudad cotidiana con realidades de galaxias lejanas; cartografías imaginarias de otros mundos, que se debaten entre lo terrenal y lo elevado.

Los cielos que ve Alicia están más cerca, porque los mira de frente, los busca ahí, donde se llega con el brazo. Y es que una de las características del artista es la de tener la capacidad de regenerar esa materia intangible que alimenta los sueños privados de cada uno, grandes esperanzas que albergamos en nuestro corazón y pasan, sencillamente, por “seguir trabajando”.

Para ese viaje-paseo guiado por la noche de los tiempos en busca de nuestros sueños necesitaremos también alguna ayuda más. El complemento de la luz que nos tiende Alicia es sin duda determinante. Y es que crear firmamentos no es tarea fácil, como tampoco lo es navegar por esta laguna del arte en la que, la resistencia es de por sí, “un triunfo”.

Como decía Maite Centol en una de sus mejores exposiciones, “No quiero perder mis sueños”. Claro que Domingo Sánchez Blanco nos hace despertar y nos dice “Que mierda, la magia no existe”. Entre esas dos afirmaciones me debato, y, ante la duda, me quedo con una frase de Fernando Castro en un texto acerca del desierto: “Deberíamos acordarnos de las canciones del desierto, de esa música en tierra de nadie. El ser humano quiere escuchar lo inaudito, necesita aplacar una sed antigua”.

Puede que además de escuchar lo inaudito, también queramos verlo, y que la sed sea la de encontrar esos Firmamentos que están ahí. Sólo hace falta molestarse un poquito en buscarlos, como hace Alicia.

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