El auto y la consciencia (Cristina Ferrández, 2007)

El auto y la consciencia, de Cristina Ferrández,  se presentó en AlNorte 2007. Galería Cornión (Gijón), 5 de diciembre de 2007-20 de diciembre de 2007.

 

El auto y la consciencia, Cristina Ferrández

Cristina Ferrández

EL AUTO Y LA CONSCIENCIA. REGENERACIÓN

Los cuencos cerámicos aportan una ofrenda de agua y semillas a los árboles y tierra  calcinados.

El nido, construido de ramas quemadas nos da una esperanza de regeneración y vida. Estructura de carácter giratorio, donde se unen en eterno retorno, principio y fin.

Junto con el cuerpo humano que dentro del nido yace, se enfatiza, la interacción más humilde entre el cuerpo y el paisaje. La merma del medio físico es común, estamos ligados a él por entero. La leyenda del Fénix se hace latente en la imagen del ser dentro del nido.

En la distancia, una figura observa.

El espectador, introducido en ese campo, escenario de la catástrofe, paseando por sus rincones observa. Observa las piezas cerámicas pendulantes en los troncos quemados de castaños; observa un nido silencioso y carbonizado donde alguien se introduce con un deseo de renacer, como la propia germinación de la tierra.

En ese momento también somos observados. Ahora más que nunca estamos en el punto de mira, en el interior de la consciencia como la palabra “auto” implica, (una resolución, manifestación pública y un acto de reconciliación entre partes), así adquiere para el Arte este proyecto, un carácter RECONCILIADOR:

EL SER HUMANO. EL ARTE. LA NATURALEZA

De este modo, la acción artística toma un sentido ritual en el territorio, con la finalidad mediadora entre nuestra existencia y el medio natural.

Como un camino más de entablar un diálogo con el entorno, un diálogo que no una apropiación o devastación, y mediando la metáfora, la acción artística efectúa una sanación del lugar, el lugar del incidente, de la transformación drástica (en este caso un incendio). Como impulso regenerativo, se ofrece una reconciliación entre entidades, una humanidad y el mundo físico natural en el que se asienta.

Mediante los elementos cerámicos a modo de cuencos colgantes, elementos naturales, ramas calcinadas formando un nido, y el propio cuerpo humano, se formaliza una obra que constituye en sí un lugar de ritualización de la naturaleza.

Un escenario en el que se desarrolla el auto, la reconciliación mediante una ofrenda y la toma de conciencia con nuestra existencia y obra en el planeta.

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