Efímero (Benjamín Lebrato, 2004)

Efímero, de Benjamín Lebrato,  se presentó en AlNorte 2004. , 10 de diciembre de 2004-7 de enero de 2005.

 

Artistas volátiles

Ramón Rodríguez

Picasso, ése ahora y a veces tan denostado artista, por “pasado de moda” y por “caduco en sus planteamientos” pero cuya sombra es tan grande que no nos damos cuenta de que ha sido quien ha ido abriendo innumerables caminos a quienes le sucedieron, puede que también se lo haya mostrado a Benjamín Lebrato a la hora de plantearse su acción Efímero. Efectivamente, fue en 1956 y en la película Le mystère Picasso, de Henri-Georges Clouzot, cuando pudimos observar, por vez primera, lo que sucede desde el punto de vista en el que está emplazada la obra y desde allí contemplar como el artista salta a ese inmenso vacío que es la superficie blanca y descubrir como observa, reflexiona, tantea y vive el acto creativo. Y, lo que no es menos importante, reconocer la importancia del gesto en el proceso de algunas experiencias artísticas. Precisamente en ese mismo año, 1956, fallecía Jackson Pollock, uno de los máximos exponentes de la Action Painting, la corriente que propugna que el gesto espontáneo del artista puede dar origen a vigorosas composiciones cargadas de emoción y de pasión.

El proyecto Efímero, es evidente, bebe de ambas fuentes y nació en principio como una instantánea del gesto de su creador que se autorretrata “limpiando” un escaparate y aprehendiendo los rastros que deja el agua jabonosa en el cristal; esta acción, presentada en soporte fotográfico, fue premiada en un concurso de dibujo al interpretar correctamente el jurado que la obra era lo creado por los movimientos del utensilio limpiacristales, transmutado en lápiz o pincel, y no su materialización; quizá por eso Picasso acabó destruyendo las veinte obras creadas en el rodaje de la película y también la convicción de los pintores de la Action Painting de conceder mayor importancia al acto de pintar que a la obra acabada.

Basándose en aquella obra e introduciéndole ligeras variantes, Benjamín Lebrato presentó en AlNorte 2004 la propuesta Efímero; en ella Lebrato invita al espectador a convertirse en protagonista y dejar su huella en un gran cristal sobre el que van creándose dibujos únicos e imposibles de repetir y que únicamente quedarán perpetuados a través de las fotografías que se van tomando del proceso. Los dibujos son tan fugaces que las sucesivas pasadas de los instrumentos van a ir transformándolos, permitiendo en ocasiones que, a través de los rastros de jabón, se identifique la figura del ocasional creador que queda así integrado en su propia obra mientras deja que la mente y la mano den rienda suelta a sus instintos motores.
Se crea, pues, desde el automatismo y parece no haber duda de que no hay nada mejor que la carencia de medios para alcanzar una elevada cota expresiva. Posiblemente Benjamín Lebrato haya partido de una idea tan elemental como la de su propia observación en un espejo colgado en la pared opuesta a la cristalera que estaba limpiando, pero con ello ha sabido poner en práctica la idea de André Breton de que “sin una idea preconcebida, la pluma que se apura a escribir o el lápiz que se apresura en dibujar, produce una sustancia infinitamente preciosa, que quizás no tenga difusión inmediata, pero que al menos parece esconder toda la carga emocional que el poeta esconde dentro de él”. En otras palabras, ha invitado a todo el mundo a sentirse artista; al menos por unos minutos.

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