Cuando sople el viento (Paco Nadie, 2004)

Cuando sople el viento, de Paco Nadie,  se presentó en AlNorte 2004. Museo Barjola (Gijón), 10 de diciembre de 2004-7 de enero de 2005.

 

Pequeñas notas acerca de la obra de Paco Nadie. De procesos de vida, odiseas, carnes y juncos

Avelino Sala

En el canto IX de la Odisea de Homero el protagonista Ulises, toma por momentos un nombre ambiguo, ese nombre es Nadie.

Polifemo, el cíclope, una criatura gigantesca con un solo ojo en medio de la frente, atrapa a Ulises y los suyos en una cueva, al entrar tapa la salida con una roca que solo él puede mover.

Ulises amablemente le pide hospitalidad, el cíclope ante la mirada impávida de todos, se come a dos de los componentes de la tripulación y se echa a dormir. Se repite la misma escena todas las noches. Tras unos días Ulises le dice que se llama Nadie y le hace beber vino que habían traído de regalo hasta que el cíclope queda totalmente borracho. Luego afila una rama de olivo y se la clava a Polifemo en su único ojo. El cíclope ciego, despierta y grita dolorido. Acuden otros cíclopes hasta su puerta y le preguntan qué le pasa.

“¡Ah! Me atacan. Me han cegado”
“¿Quién ha hecho eso?”
“¡Nadie! Nadie me ha hecho esto”

Los cíclopes dan media vuelta. El loco de Polifemo les ha despertado en medio de la noche para decir que Nadie le ataca… Esa decisión de Ulises tan acertada en un momento crítico es algo más que una estratagema, un truco pero también una estrategia simbólica.

La decisión de Francisco Torres Carretero (1972, Thionville, Francia) es otra, no es la urgencia para salir de una situación comprometida, al contrario que al Ulises de Homero al que después le perdiera el orgullo de gritarle a Polifemo que él había sido quien lo había cegado, ya que Polifemo era el hijo de Poseidón el Dios del Mar.

Paco Nadie, lanza la idea de la renuncia a la identidad de una manera pausada, contenida, reflexionada, entendiendo que no hace falta ser alguien para llevar a cabo una búsqueda seria, comprometida y formalmente apasionante como la en la que nuestro Odiseo se embarcó hace ya largos años. La identidad es, en su caso algo secundario… y ahí radica su éxito, porque la total negación de la identidad se convierte en una vuelta a ella, existe una voluntad de desaparecer, de ser uno más.

Paco Nadie despliega todo un abanico de recursos formales, conceptuales y posicionamientos estratégicos y estéticos que mantienen en casi toda su obra una intensidad poética excepcional. Creo que se trata de uno de esos artistas raros, capaz de conmover con un mínimo gesto, con una pequeña acción, de posibilitar el milagro de la pieza en lo encontrado y transformado tan solo ligeramente, en lo orgánico y en el desecho, en la carne y en las dunas de la playa…en definitiva, en cualquier sitio.

En la película Dune (1984) de David Lynch basada en la novela de Frank Herbert, Paul Atreides en plena lucha con uno de los lideres del clan enemigo Harkonen pronuncia un proverbio oriental memorable, me doblaré como un junco al viento. Paco Nadie se dobla como ese junco al viento, ve venir las cosas y se adapta, se transforma, no se inmuta, resiste y traspasa los límites de la creación plástica en apertura a otras disciplinas como la composición musical o la poesía. También se adhiere a lo grupal y entiende que levantar proyectos es tan importante como vivir, su último trabajo en común se llama Subliminal Art Projects, se trata de un espacio independiente donde lo que importa son los artistas y sus trabajos, nada más, pero no es esta la primera experiencia de este tipo que lleva a cabo, ya hace años participó en la dirección de La Voz de mi madre en Badajoz, su lugar natal, y en Salamanca donde estudió BBAA.

No nos cabe duda que El desierto Crece, las dunas se agigantan sobre las ciudades y no nos queda más que guarecernos en zulos (Miguel Pueyo) acaso en contenedores de basura (Baltazar Torres) transformarnos en licántropos (Domingo Sánchez Blanco) o ensordecer los oídos ajenos pagando el precio de no oír más que nuestro propio grito (Pelayo Varela).

El artista contribuye a la desertización, es, está claro, uno de tantos energúmenos que más que construir arrasa, si la obra de arte total pasa por ser la caída de las torres gemelas de Nueva York, queda ya poco por hacer o menos que decir.

Tendremos que quedarnos entonces con pequeñas cosas, con hierbas que se mecen al viento sin más pretensión que disfrutar unos resquicios de libertad y esperanza, porque como el mismo Nadie dice “Cuando sople el viento parece continuar la línea y el horizonte irresuelto de un desastre, no se sabe si por venir”.

Esas pequeñas dosis de esperanza y belleza son las que nos hacen aferrarnos a lo esperanzador aun, a lo bueno, a lo bello, unas hierbas al viento, el silbido rítmico del aire, la música que no cesa en su suavidad, imágenes de un día cualquiera, regalado, que es sencillamente, precioso.

El claro oscuro conceptual que Nadie ha planteado en el Museo Barjola atiende tanto a una intencionalidad austera como a una clara referencia al dibujo clásico adecuado a los tiempos actuales, el mismo Nadie comenta y remarca la importancia de ciertos elementos en su obra “…ese recurso repetidor como algo no gratuito, sino secuencial, y escenográfico… en la intencionada austeridad… el dominante claroscuro como signo conceptualizante… Y la indispensable contribución del poema…”.

Cuando el Viento Sopla, parece, a priori, una obra para la contemplación, pero va más allá, sus planteamientos se atrincheran en la resistencia de creer que aún se puede hacer algo. Es la intuición de la propia vida como ejemplo de que lo que uno haga será sencillamente eso, su espejo, su obra, su diario.

Por mucho que el artista inunde el museo de arena o dibuje con carácter automático esas hierbas que mueve el brazo de manera compulsiva no podemos más que ver un rayo de esperanza en esta instalación tan sutil y dura a la vez. Porque, no nos engañemos, inundar el museo de arena nos habla de esa otra desertización, la de la propia institución, atrapada en unos tiempos que van para ella, demasiado rápido, demasiado acelerados, aunque la esperanza de la institución museística cercana al tiempo que le toca vivir está ahí, existe.

El hipnotismo que produce la obra de Nadie es, sin duda, fantástico, el automatismo que se certifica en el “dibujo académico” es rotundo, esa deconstrucción del borrar con una goma sobre el dibujo ya hecho… y es que no se olviden que el artista escoge el video y la instalación por que le da la gana, pero no deja de ser un gran dibujante y hasta si me ponen, pintor. Y así estamos los artistas, obcecados en no hacer más naturalezas muertas, peleando por que se comprenda y se profesionalice esta vocación que no es más que una carrera de fondo sin una meta clara.

Paco Nadie trabaja así, tranquilamente, las estridencias no son buenas compañeras, (porque cuando sopla el viento) es mejor trabajar despacio, con constancia, las cosas llegan, tienen que llegar, su obra es vivo reflejo de la personalidad del autor, quizás su trabajo se fundamente en una reivindicación del lenguaje del silencio, en la rutina diaria, en la creación de espacios de meditación (Cuando sople el viento), de agujeros donde huir y ocultarse (Agujeros), de lluvias de seres reducidos a la mínima expresión (Lacarne) o de la seguridad del que cuando espera algo esto va a llegar… o no.

El trabajo de este artista es de los más lúcidos e interesantes del panorama asturiano contemporáneo, y sus éxitos se basan en las relaciones entre la obra, el discurso y la forma, el acercamiento a esas claves que hacen que la obra funcione de manera autónoma, que no es poco.

El viento borra desde la cristalera del Barjola toda opción de avanzar en sentido contrario, las hierbas de los dibujos y la arena nos empujan hacia esa Nana del video, ese rumor que nos recuerda al mar, tan cercano al Museo. Pues eso, que Nadie nos ha dicho cuando acabará esta aventura que empezó hace unos años, esa es, sin duda la mejor noticia, el viaje continúa.

Cuando sople el viento

Que ha de borrarlo todo

Y llegue el polvo oscuro

Cuando la ceniza de lo que se olvida

Pase como la luz que todo lo hace pesar

Cuando llegue la brisa del tiempo

Y arrastre el ruido sordo

De palabras nunca oídas

Quizás entonces se escuche

La voz del mundo mudo

Lo que callamos

Tendrá el aire elocuente de un multitudinario discurso

Que hace avanzar la arena

Y el desierto

La duna sobre la que bailará

El murmullo de la hierba quemada

Que no se ha de romper

Será como el cabello del horizonte

Que siempre se despide

Paco Nadie

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