¡Nos tienen nada bajo control, ni siquiera se controlan ellos mismos! (Fernando Castro Flórez, 2009)
La conferencia de Fernando Castro Flórez titulada ¡Nos tienen nada bajo control, ni siquiera se controlan ellos mismos! (17 de diciembre de 2009) formó parte de la Jornada Temática Cultura digital y convergencias mediáticas de la edición AlNorte 2009.
Profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid y del Master de Arte de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido coordinador académico del Instituto de Estética y Teoría de las Artes, codirector de los Encuentros Internacionales de Arte Contemporáneo de Arco y del Simposium de Arte Latinoamericano del Consorcio de Museos de la Generalitat Valenciana. Premio Espais de Crítica de Arte al mejor proyecto cultural, ha impartido cursos de doctorado, clases y conferencias en numerosas universidades y museos nacionales e internacionales. Es crítico de arte en ABCD las Artes y miembro del consejo de redacción de varias revistas culturales. Forma parte del Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofìa y asesor de numerosos comités artísticos Ha escrito una decena de libros sobre arte y artistas, siendo comisario de un amplio número de exposiciones dentro y fuera de España.
ENTREVISTA
– La cultura digital y las convergencias mediáticas son el objetivo de este taller que desarrollamos en AlNorte 09. Hagamos una síntesis.
Su origen parte de la experiencia acumulada en ediciones anteriores de AlNorte sobre las hibridaciones del arte actual. La clave del taller está en las investigaciones de Henry Jenkins, especialmente en su libro ‘Convergence Culture’. Se trata de mostrar cómo la recepción de los productos culturales los modifica, esto es, cómo existe una posibilidad de activar una ‘democratización’ de los procesos simbólicos, frente a los intereses dogmáticos de las instituciones culturales y la inevitable concentración mediática. No se trata solo de una apología de la interactividad sino de un impulso a procesos que permiten trabajar en común, de una forma verdaderamente abierta. En el blog evitamos fijar una agenda o jerarquía. Tenemos en mente el origen del ensayo en Montaigne y su humorística consideración sobre los caníbales, pero también el ‘Manifiesto antropofágico’ de Andrade. Y, por supuesto, el miedo a los conspiradores y la sensación de que un puñado de personas pueden hacer que todo salte por los aires.
– ¿Cuáles son las tesis de su ponencia de esta tarde?
Parto de esa demencial y al mismo tiempo lúcida frase de Muhamad Saeed al-Sahaf, el famoso ministro de ‘(des)información’ iraquí, que llegó a decir que la ofensiva americana nunca existió y todo se grababa en Hollywood. Intento dar cuenta de la combinación de pulsiones archivísticas en el arte contemporáneo, y de una inequívoca política de la amnesia, por más que enfáticamente se mencione eso de la ‘memoria histórica’. Estamos en un momento de ‘sampleado’ estético infinito donde puede llegar a dar la impresión que todo es un tongo. Pero, como en la lucha libre americana, el público disfruta del simulacro. Sin pesimismo y con cierto sarcasmo revisaré las actitudes descaradamente oportunistas de la cultura contemporánea, que oscila con frecuencia, entre la ‘idiotez’ y la pretenciosidad. Sabemos que el ‘ready-made’ está ritualizado, y que la cantinela nihilista es una pose decorativa. Me gustaría no sólo establecer una sintomatología del arte de nuestro tiempo, sino una apertura de cauces para pensar de otra manera.
– Asumimos la hibridación de disciplinas y la intersección de los medios en el arte de hoy. Pero, ¿cuáles son las verdades y mentiras de la cultura digital?
Es indudable que la cibernética, como dijera Heidegger con enorme intuición, es la metafísica de la era atómica, y que las herramientas tecnológicas que tenemos a nuestra disposición permiten que trabajemos de una forma distinta a la que caracterizó la época industrial. Las virtudes del mundo digital están bastante cantadas por profetas como Negroponte y sus secuaces. Incluso ha llegado a dar la impresión de que ser crítico con aspectos de ese dispositivo supone que uno sea un reaccionario, o un dinosaurio cultural. Una de las mentiras más patéticas de cuantas se propagan es la de que las nuevas tecnologías vendrían a superar las precedentes, por ejemplo, que los pintores tendrían que renunciar a su actividad regresiva para abrazar lo computacional como ‘digna’ de hacer arte. Hay mucho de discursito entre ‘naif’ y propagandístico que intenta imponer una suerte de ‘darwinismo’ de las herramientas, sin comprender que la materia del arte no es otra cosa que la obsesión. No creo que sea beneficioso crear parques temáticos del arte cibernético, y menos negando otras posibilidades artísticas. El dogmatismo ramplón del oficialismo ‘hipertecnológico’ puede no ser otra cosa que el reflejo de su impotencia comunicativa, algo paradójico, porque parecería que estuvieran en posesión del talismán de la conectividad. Una atmósfera de fracaso o de inercia atraviesa lo que suele llamarse ‘arte digital’.
– ¿Qué prima en las instituciones, la cultura o el espectáculo?
Hasta los más críticos y académicos, los fanáticos del discurso político o los restauradores de la escolástica vanguardista, se ven abocados a la espectacularización. El diagnóstico de Guy Debord no ha perdido vigencia: la cultura del espectáculo arroja a la crítica al baúl de los recuerdos. La estadística de visitantes es lo que el político quiere ver sobre la mesa de su despacho, y si es posible darse un baño de multitudes en la inauguración. Lo malo es que esos espectáculos del arte ni siquiera son espectaculares. Ojalá, a la manera anarquista, profundizaran en su propia decadencia y se entregaran a un ludismo bestial. Pero prefieren hacer divulgación patatera o tratar los temas de una forma panorámica, sin comprometerse en nada. Da igual que se titule una exposición, por ejemplo, ‘Las lágrimas de Eros’ coincidiendo con un libro crudo de Bataille, dado que, a la postre, todo se ajusta al gusto más aburguesado. Lo importante es no molestar a nadie y (digo una perogrullada) calentar el sillón cuanto más tiempo mejor. Algunos museos adoptan la actitud de las plañideras y eluden su responsabilidad dado que están en pelotas por culpa de la falta de presupuesto. Eso es una mentira supina. Lo que falta no es dinero sino proyectos; no necesitan comprar más obras o hacer otra exposición de ‘presunta tesis’, sino pensar qué están haciendo y, lo más decisivo, qué podrían hacer para generar comunidad. Mientras solo piensen en tener un par de críticas buenas (pactadas o pesebristas), seguirán suministrando espectáculos de pacotilla.
– ¿Qué quitaría Fernando Castro del circuito artístico?
No me veo con una escoba en la mano barriendo las calles o retirando cosas, personas o asociaciones. Aunque está todo repleto y vacío (valga la aparente contradicción) no tengo ni la energía ni la voluntad para censurar. Tan sólo me gustaría que algunos se quitaran la venda de los ojos. Con anteojeras sólo se sigue el paso del burro.
– ¿Y qué añadiría?
Confió en la gente joven que está surgiendo de la Universidad. Es una de las generaciones más preparadas. He sentido, en los últimos cinco años, que se recuperaba cierto espíritu de discusión y crítica. Ojalá eso cuaje en el ámbito profesional. Añadiría la masa crítica que está aflorando. Dar paso a nuevas voces y actitudes diferentes de las que están institucionalizadas. No me ha gustado nada el proceso de aplicación de las llamadas ‘buenas prácticas’ que finalmente ha servido, en algunos casos, para legitimar, de forma vergonzosa, a quien ya estaba en la plaza de un museo. Se han producido fraudes descarados y la opinión pública se ha contentado mirando para otro lado. Añadiría, por tanto, debate y honradez, sin miedo ni resentimiento. También es crucial que la enseñanza de las Bellas Artes abandone su actitud tradicionalista y completamente ajena a la dinámica contemporánea.
– ¿AlNorte abre nuevas vías de trabajo?
De entrada, nos ha servido a nosotros. Para muchos era una experiencia novedosa y han terminado por engancharse. Nos hemos divertido. En el blog aparecen desde imágenes escabrosas a comentarios desconcertantes, cotilleos y asuntos descabellados. No era una ‘tormenta de ideas’ sino un ‘tsunami’ de intuiciones. Lo que veo cuando repaso algunas entradas es el pensamiento creativo ‘antes de’ formalizarse plenamente. Esa es la dimensión del taller: mostrar lo que bulle en la mente de críticos, pensadores y artistas, en un terreno compartido, sin ordenaciones previas ni retroactivas. Ninguno es un fetichista de lo digital y eso no ha impedido que estas herramientas nos ofrezcan un cauce para nuestras pasiones. Pensamos en continuar con desarrollos en televisión o radio, y en el horizonte tenemos el Festival ‘SOS 4.8’ de Murcia, donde el taller seguirá en marcha meditando sobre la palabra ‘bizarro’, una etimología imprecisa que alude al valor, a lo hiperbólico y, acaso, a lo raro. Recorremos un terreno desconocido, como si cada uno debiera actuar como el ‘stalker’, disfrutando de una comunidad amistosa en la que otros también quieren adentrarse en la zona.