Dilemas y rarezas en torno al fetichismo de las obras de arte (Fernando Castro Flórez, 2010)
La conferencia de Fernando Castro Flórez titulada Dilemas y rarezas en torno al fetichismo de las obras de arte (13 de diciembre de 2010) formó parte de la Jornada Temática Nuevos proyectos de arte contemporáneo de la edición AlNorte 2010.
Profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid y del Master de Arte de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido coordinador académico del Instituto de Estética y Teoría de las Artes, codirector de los Encuentros Internacionales de Arte Contemporáneo de Arco y del Simposium de Arte Latinoamericano del Consorcio de Museos de la Generalitat Valenciana. Premio Espais de Crítica de Arte al mejor proyecto cultural, ha impartido cursos de doctorado, clases y conferencias en numerosas universidades y museos nacionales e internacionales. Es crítico de arte en ABCD las Artes y miembro del consejo de redacción de varias revistas culturales. Forma parte del Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofìa y asesor de numerosos comités artísticos Ha escrito una decena de libros sobre arte y artistas, siendo comisario de un amplio número de exposiciones dentro y fuera de España.
Resumen de la conferencia
“Dilemas y rarezas en torno al fetichismo de las obras de arte”. De nuevo un original título de Fernando Castro Flórez (Plasencia, 1954) para abrir el programa de las jornadas temáticas de AlNorte 2010, que este año gira en torno a los nuevos proyectos “posibles” de arte contemporáneo. Viejo amigo de AlNorte, Castro Flórez de los críticos más conocidos del panorama internacional. Su participación, dotada de un ingenio expresivo poco habitual, mantendrá en vilo a propios y extraños y ofrecerá una visión muy particular de la ideología de la comunicación en el ámbito de lo artístico.
ENTREVISTA
– ¿Podemos hacer una síntesis de tu ponencia para AlNorte 2010?
Intento abordar la cuestión del fetichismo de la mercancía (un tema que se remonta a las meditaciones que abren “el capital” de Karl Marx) para dar cuenta del fenómeno espectacularizante en el arte contemporáneo. He insistido con cierta frecuencia en que la acción combinada de lo grotesco, lo banal deliberado y la actitud acrítica han llevado a una neutralización total que permite transformar a muchos museos en algo semejante a parques temáticos y, además, sin ser propiamente entretenidos, sino al contrario sumamente aburridos y caracterizados por su dogmatismo. No faltan los que consideran que el artista actual es aquel que hace cosas que nadie más puede permitirse hacer. Triste consuelo este de la libertad absoluta porque, finalmente, nombra una falta de contexto o peor una inserción únicamente abstracta en un sistema institucional que lo que sabe hacer de maravilla es coleccionar y neutralizar aquello que pretende ser radical.
– Participas en AlNorte por cuarto año consecutivo. El año pasado, además, se inició una experiencia en la semana de arte que de alguna manera sigue activa. Parece que tu relación con Asturias es más que intensa…
Tengo un vínculo antiguo con el arte o, mejor, con los artistas asturianos. Me invitaron hace ya más de una década a dar talleres de arte público en el instituto de cultura de Gijón y, desde entonces, no he dejado de interesarme por lo que hacían artistas como Paco Cao, Pelayo Varela, Avelino Sala, Maite Centol, Adolfo Manzano o Anxel Nava. Fue un privilegio, no exagero, compartir con ellos horas y horas de debates intensos. Además, en aquellos ya lejanos años nos acompañaba Xabier Utray, uno de mis más queridos maestros, desafortunadamente desaparecido. He escrito y comisariado sobre ese contexto y, lo más importante, he aprendido muchísimo. en cierto sentido, mantengo con Asturias la relación aquella del bolero: “si tú me dices ven, lo dejo todo“.
– ¿Qué papel juegan la crítica de arte, los centros expositivos públicos y privados y los medios de comunicación en esos dilemas y rarezas? ¿Hacia dónde nos estamos dirigiendo? ¿Cuál es la postura posible a la hora de plantear nuevos proyectos de arte contemporáneo, al menos, en España?
La crítica de arte, desafortunadamente, cada vez tiene menos importancia o eso es lo que leemos incluso en revistas de crítica, lo cual no deja de ser paradójico. A todos (galeristas, artistas, coleccionistas) les interesa que se hable de ellos y especialmente si se hace de forma pastelera. Eso no supone, insisto, que tengan interés en que se diga algo mínimamente coherente y para nada están dispuestos a aceptar la crítica. Difusión, propaganda, comunicación, estrategia, marketing son los asuntos de moda. el pensamiento, la reflexión y el debate no son precisamente favorecedores de los beneficios económicos ni colaboran a la ampliación del “abracismo”. Los museos están, todo el mundo lo sabe, de capa caída en medio de la crisis. Los gobiernos y políticos de turno han tenido la demencial idea de recortar presupuestos, en primer lugar, en cultura y en educación cuando son dos de los posibles motores para salir de la situación depresiva en la que nos encontramos. Parece que todavía es imposible que comprendan que la cultura es un territorio productivo y, sin miedo a producir la palabra, generador de economía. Supongo que es mejor para algunos analfabetos en el poder pensar que la cultura es mero barniz. Hablan por la herida, esto es, se autorretratan.
– Arte actual, ¿cultura, espectáculo o ambas cosas simultáneamente?
El signo más característico es aquel que ya diagnosticara Guy Debord en “La sociedad del espectáculo”. Vivimos en unos fastos críticos y patéticos que pretenden ser barrocos, pero quedan en palurdos. No falta el snobismo pseudointernacionalista correlativo a la falta de inserción local, lo que se llama “globalización imaginada”. En una época que tiene el reality show como patrón discursivo ortodoxo es difícil desmarcarse y pedir meditación. Puede parecer que el que reclama reflexión es una suerte de elitista, un asceta que repudia lo lúdico y solamente desea que se comulgue con Hegel, Kant y algunos pensadores sesudos de ese corte. No se trata, ni mucho menos, de sustituir el tinglado superficial actual por una aristocracia para-filosófica sino de buscar un cauce diferente en el que se pueda reconstruir alguna experiencia estética, vale decir donde lo lúdico no excluya la lucidez.
– ¿El público acepta todo lo que dan o es cada vez más selectivo?
Me gustaría pensar que es cada vez más entendido y que utiliza los medios de los que dispone en el paisaje cibernético y mediático para elegir y comprender. Sin embargo, hay pocas manifestaciones de disgusto frente a la inercia cultural. Da la impresión de que tan solo tenemos una percepción distraída que finalmente es la clave del turismo y de la masificación. ¿Para qué, podríamos preguntar retóricamente, exposiciones en tiempos de miseria? ¿Qué sentido tiene la sofisticación curatorial cuando lo único que interesa es conseguir cifras enormes de visitantes? A pesar de la tendencia a reducir todo a estadística y con la certeza de que no se está haciendo casi ningún esfuerzo didáctico mantengo una posición, casi delirante, de optimismo. En última instancia tenemos que estar satisfechos porque no se puede estar peor. Cualquier cosa que se haga con un mínimo de sentido parecerá extraordinaria.
– La transmisión de conocimientos y, por tanto, la comunicación del arte entre los estudiantes, ¿está bien orientada?
Para nada. El proceso de Bolonia, tal y como yo lo veo desde la propia universidad, ha masacrado algunas asignaturas cruciales como la estética. En vez de asumir el giro visual o la transformación de la Historia del Arte ha retornado el formalismo más rancio. Sigue existiendo un prejuicio contra lo contemporáneo y, en términos generales, una caspa académica que es muy difícil erradicar. Los estudiantes tienen que soportar una multiplicación de asignaturas y de trabajitos delirantes que no permiten ni que aprendan nada ni que maduren. La infantilización del alumnado universitario es preocupante.
– ¿Crees que tus perspectivas han cambiado mucho a lo largo del tiempo? ¿Cómo percibes tu evolución profesional?
Espero que hayan cambiado mis criterios. Bastante triste sería que lo que pensaba cuando no era otra cosa que un joven cretino fuera lo mismo que ahora que soy un gordo calvo y con dolor de espalda. Cuando comenzaba a escribir, tengo que reconocerlo, no tenía ni idea de nada, tan sólo tenía entusiasmo y ganas de atacar aquello que no me interesaba. Llegué a pensar que la posición ideal era la del francotirador. El tiempo ha pasado y aunque he leído alguna cosa y he visto bastantes exposiciones tengo más dudas que cuando empezaba a publicar. Las preguntas no solo se multiplican también se hacen más complejas. Sigo manteniendo el mismo entusiasmo, aunque he renunciado a ejercer el papel de “pepito grillo”.
– ¿Si fuese posible (acaso con magia) que pondría o quitaría del circuito artístico?
Lo que pondría sería precisamente la magia, esto es, el misterio que no es lo transcendente sino lo cotidiano. Y si pudiera quitar algo sería todo aquello que me pone enfermo. He hablado con frecuencia de ese magma deplorable: la mezcla de ignorancia con la prepotencia, la megalomanía de los mediocres, el imperio de los coleccionistas y de los personajes vip, la ideología pseudo-global que es un signo de complejo de inferioridad, tampoco me importaría que desapareciera cierta corte bienalística y los asesores que no son otra cosa que trincadores profesionales. Lo único que no querría que desapareciera para nada es la imaginación de ciertos artistas, esos que nos regalan el placer de lo extraordinario, aquellos que son capaces de introducir algo de poesía y de inquietud en un mundo romo como un viejo cuchillo. Cada vez que me encuentro con esa obra que me interroga siento que estoy, todavía, en el lugar adecuado.