El bosque mágico (Mónica Desireé, 2008)

El bosque mágico, de Mónica Desireé,  se presentó en AlNorte 2008. CMAE (Avilés), 12 de diciembre de 2008-7 de enero de 2009.

 

Poesía y realidad se funden en estas psicografías, paisajes habitados por historias narrativas y simbólicas, en el terreno de la ensoñación. Fotografías e instalaciones con cortinas, árboles y mariposas de vuelo desconcertante, en un viaje al interior del espectador mediante sensaciones imaginativas, metáforas de nuestra propia evolución, evocando distintas fases de la vida y la muerte, través de la transformación y la naturaleza.

El bosque mágico
Mónica Desireé

Cuando uno comienza a hacer fotos debe tomar múltiples decisiones. Para empezar, qué tipo de fotos te gusta hacer. Desde muy pronto comprendí que yo no era del tipo de fotógrafos que van con la cámara colgada del cuello cazando imágenes. Para mí, la imagen empieza en mi cabeza; siempre hay algo que te inspira y te ayuda a contar lo que quieres. Entonces dibujo un boceto, busco el espacio, la persona… todo lo que más se parece a lo que imaginé y todos aquellos elementos que contribuirán al resultado final. Coloco todo en la escena y tomo la fotografía.

Por otro lado, debes elegir el tema de tus imágenes, y el mío no iba a ser el hacer fotografía de denuncia para reivindicar derechos, situaciones injustas… mostrar, en definitiva, los desastres y horrores del mundo en el que vivimos. Porque el arte no puede ser sólo para mostrar los desastres del mundo, también debe haber gente que siga creando para hacernos soñar e imaginar, para devolvernos la inocencia infantil y la capacidad de sorprendernos. Como soy plenamente consciente de esto que ocurre en el mundo, mi primer impulso es salir corriendo, huir a ese mundo que creé cuando era pequeña para aislarme del resto. Ese mundo estaba dominado por la imaginación, que me hacía crear historias para representar en mis juegos. Y eso es justo lo que pretendo hacer ahora con mi trabajo. Crear un mundo onírico de ilusión y esperanza, un mundo que está más allá de mí, y que quiero compartir, donde el espectador pueda huir de vez en cuando de los problemas cotidianos de su vida y del mundo. Cada día, los habitantes de las ciudades huyen de sus calles buscando un remanso de paz, un espacio donde desconectar del bullicio; paz y tranquilidad para recargar la energía suficiente y enfrentarse a una nueva semana de estrés y preocupaciones. Me gustaría no sólo reflejar una parte de la sociedad en que vivimos, mostrando la necesidad de este espacio para evadirnos del día a día, sino también aportarles un poco de tranquilidad y de ilusión.

Si pensamos en las palabras que definen a un mago nos surge: misterio, magia, ilusión, sorpresa, imaginación… Y son todas estas cosas las que me gustaría provocar en el espectador. Ser una especie de artista-maga que moviendo la varita mágica cree todas estas sensaciones.

Porque el arte no tiene por qué ser superficial por el hecho de ser bello, sino todo lo contrario, ya que trata de llevarnos por otros caminos para reencontrarnos con nosotros mismos. El arte es también para disfrutar, y desde hace siglos, para admirar la belleza del mundo. El arte surge por una necesidad de expresar y comunicar, sea lo que sea, aquello que al artista le agarra por dentro y le hace reaccionar, aquello que lleva dentro.
El dolor puede ser algo que tenemos en común, pero es diferente en cada uno. Lo mismo ocurre con el amor, con la soledad, la pérdida… Y con todas las emociones. Lo mismo ocurre al tratar de expresarlas.

Este proyecto surge por varias razones personales. A la necesidad de crear un espacio para evadirnos y poder desconectar, se le une un hecho que me inquieta, y es ver como el mundo del arte, con las nuevas tecnologías digitales, avanza a pasos agigantados y se pone al alcance de cualquiera. Las imágenes se convierten ahora más que nunca en nuestra manera de ver el mundo. Estamos rodeados de imágenes, cada día vemos miles. Y creo que no nos estamos parando a pensar que es lo que ocurre, cómo nos afecta. Debería de haber un momento de reflexión, de parar a pensar y ver hacia donde nos encaminamos.
De ahí la necesidad de experimentar y fusionar distintas disciplinas artísticas. De emplear todas las herramientas de las que disponemos para conseguir el efecto deseado.

Y así, hay que seguir tomando decisiones. Y una de las cosas que me parecían importantes era el que no fuera sólo fotografía, quería crear una atmosfera que envolviera al espectador por completo, guiándole desde el principio por el recorrido narrativo de esta propuesta.

El color era importante, porque los cuentos están cargados de colores, saturados y brillantes. Si se trata de soñar, resulta más fácil hacerlo cuando las imágenes aparentemente realistas tienen algo chocante, que destaca. Por otro lado, es empleado para guiar la mirada del espectador y resaltar aquel motivo de la imagen que te resulta importante y el que la ve no debe perderse, llamando su atención.

Lo mismo ocurre con la luz. Nos sirve para guiar la mirada en las imágenes y crear una atmósfera especial en la sala. La oscuridad crea misterio, ya que lo que no vemos hay que imaginarlo.

El tema para conseguir todo esto es un bosque mágico, porque en cualquier bosque, si nos lo proponemos, podemos encontrar la magia. Un bosque puede aportarnos tranquilidad, pero también puede ser inquietante, misterioso. Un chasquido al pisar una rama seca, un rayo de luz que se filtra entre los árboles, la niebla que nos envuelve e impide ver más allá…

Si seguimos andando, vamos metiéndonos en otra realidad, más mágica, como en un cuento que vamos construyendo nosotros mismos, donde las mariposas aparecen desconcertadas y en los árboles brotan flores que son luces. Necesitamos un espacio para evadirnos, ya sea físico o en nuestro propio interior, un lugar para soñar.

La exposición la abre una foto con un hada, que hace que el bosque pierda parte de su realidad y se transforme en algo mágico. Las mariposas aparecen como esperanza, tranquilizando el espíritu y dando la posibilidad de volar. Dan alegría y abren una puerta hacia otra realidad. Es fácil soñar con convertirse en una de ellas y volar ligeros.

Nuestras sensaciones van cambiando a medida que nos adentramos en el bosque, sumergiéndonos en un espacio totalmente distinto al que estamos acostumbrados. Un espacio cuajado de imágenes. Esta exposición nos invita a abandonar la rutina y las prisas, quitarnos el reloj de la muñeca y pasear a través de ella, para dejarnos cautivar por una u otra fotografía, para mirarlas desde detrás de una cortina de mariposas o bajo un cielo de flores luminosas… Como en los sueños, volver a aquellas que más nos gustan y recrearnos en el inmenso placer que produce ver plasmado un deseo.

Las fotografías no solo muestran imágenes de bosques, sino que permiten un viaje a nuestro propio interior, provocándonos distintas sensaciones. El símbolo del árbol representa el crecimiento, también el camino hacia el descubrimiento de nuestro inconsciente, muy unido a la imaginación y a la creatividad. El símbolo de la mariposa representa el cambio, la metamorfosis, como los numerosos cambios que tendremos que afrontar a lo largo de nuestra vida. Para mí también simbolizan los sueños, la magia, la ilusión.

En esta exposición, el bosque aparece como una metáfora de nuestro propio crecimiento, con nuestros miedos y sueños o aspiraciones, evocando las distintas fases por las que pasamos a medida que crecemos. El bosque crece y muere, se transforma continuamente, como nuestras vidas.

Por último, me gustaría agradecerles a aquellos que eligieron mi proyecto por creer en mí y darme la oportunidad de materializarlo, que a menudo es el mayor problema con el que nos topamos los artistas.

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